Una rápida definición de Outdoor Training nos llevaría a considerar éste como un conjunto de actividades encaminadas a desarrollar y potenciar en los participantes determinadas habilidades que luego puedan ser aprovechadas en su vida profesional. Como lleva escrito en su nombre, dichas actividades se realizan fuera del centro de trabajo, en lugares especialmente acondicionados al efecto.
Las prácticas que abarca esta filosofía son realmente amplias. Desde vadear un río hasta el más elaborado juego de estrategia tienen cabida a la hora de planificar un Outdoor Training. Dependiendo de las capacidades que se pretenda explorar se escogerá una u otra actividad para observar y evaluar el comportamiento de los participantes.
Se trata, así pues, de llevar al límite –bien entendido- a los asistentes para identificar así sus roles y evaluar las conductas.
El sábado tuve la suerte de asistir como organizador al Outdoor Training de la EEN, Escuela Europea de Negocios. Disfruté de lo lindo observando las evoluciones de los alumnos llegados de las distintas sedes de la escuela y participando en primera persona en la evaluación y el desarrollo de todo el proceso.
En un paraje perfectamente acondicionado, los alumnos tuvieron la oportunidad de conocerse y ponerse a prueba realizando las actividades que los profesores –monitores por un día- les habían preparado.
El Outdoor constaba de 9 pruebas orientadas de un modo claro a la evaluación de diferentes capacidades: trabajo en equipo y liderazgo sobresalían como las conductas a observar, amén de otras como la planificación, la estrategia y la eficacia. Los equipos se construyeron arbitrariamente tratando de incluir personalidades distintas y capacidades complementarias.
El resultado fue sorprendente. No solo por la cohesión lograda en la mayoría de los equipos, sino por unos resultados buenísimos más propios de equipos entrenados previamente.
De las nueve pruebas que componían el Outdoor, un servidor estuvo evaluando la del ascenso en Soga. Se trataba de que los equipos se las ingeniaran para que todos los componentes consiguieran tocar en lo alto de la instalación preparada al efecto, valiéndose para ello de una cuerda situada a modo de polea.
Lo más reseñable son las diferentes estrategias adoptadas por los equipos para lograr un mismo fin: pasar la prueba en el menor tiempo posible. En nuestra empresa siempre decimos que la estrategia en sí no es nada, pero tener una estrategia lo es todo, y dicha frase queda totalmente demostrada en eventos de estas características. Los mejores resultados, como no podía ser de otra forma, fueron obtenidos por los equipos que dedicaron un par de minutos a evaluar las opciones antes de ponerse a trabajar.
Muchos de los equipos optaron en mi prueba por el sistema de polea como el más apropiado para alcanzar el éxito –personalmente es el que más me gustó-, pero no fue el único. Otros eligieron un camino más individual, y algunos, obligados por la composición del equipo, tuvieron que ingeniárselas ayudándose de los tubos que sujetaban la cuerda. Cualquier opción puede ser válida siempre que se haya evaluado antes como la mejor de las alternativas.
Las demás pruebas realizadas fueron las siguientes:
– La “araña”, que evaluaba el trabajo en equipo para que los componentes del mismo fueran capaces de pasar pos los distintos huecos albergados por unas cuerdas dispuestas en forma de tela de araña.
– El “puente”, donde la imaginación y la organización jugaban un papel fundamental. Con tablas y cuerdas por todo material, los alumnos debían ser capaces de ingeniárselas para construir un puente que sostuviera el peso de todos sus integrantes. Todos lo consiguieron, algunos logrando construcciones realmente interesantes.
– La “Soga-tira”, en la que el éxito del conjunto reside más en la forma de realizar la fuerza que en la composición de los grupos.
– El “balón prisionero”, típico juego donde la táctica del equipo es mucho más importante que las cualidades individuales de sus componentes.
– El “pañuelo”, orientado a los mismos resultados que el anterior.
– Los “aros”, juego destinado a poner a prueba la puntería de los alumnos.
– Los “relevos”, en los que la elección de las parejas era fundamental para obtener buenos resultados.
– La “alambrada”, juego en el que la destreza para arrastrarse como los soldados era igual de importante que la capacidad para resolver los enigmas que había repartidos a lo largo del recorrido.
– Construcción de una cometa. Con los puntos acumulados en las fases anteriores, se procedió al canjeo de los mismos por materiales para la construcción de una cometa, con la novedad de que los grupos podían negociar entre sí para tener mayores probabilidades de éxito.
Como conclusión, ahondar en la idea de que este tipo de jornadas revelan gran parte de la personalidad de los participantes. En Valencia de Don Juan –lugar del encuentro- se dieron cita futuros directivos con personalidades muy diversas que pusieron su ilusión y sus aptitudes al servicio del equipo.
Las jornadas terminaron con las pertinentes reflexiones de participantes y monitores, tratando de aportarse feedback mutuamente y llevarse así el mayor aprendizaje posible de todo lo acontecido.
Fue un placer formar parte de un evento así. Mi enhorabuena a todos los asistentes.
Alberto Payán González
Director de Marketing de European Business Consulting.